“El altramuz se consideró erróneamente árabe y eso limitó mucho su consumo”
En 2018, la empresa que gestiona con su hermano cumplirá el medio siglo de vida, no exento de dificultades. Un crecimiento mesurado y la apertura progresiva a nuevos mercados, los ingredientes de un proyecto que ha incorporado a la tercera generación
—¿Cuándo germina la semilla de esta firma de altramuces?
—Mis padres comenzaron en el año 1968 en Paradas tras sufrir mi padre un accidente de trabajo con un tractor y quedar imposibilitado, así que se le ocurrió la idea. Mi abuelo le prestó mil pesetas de la época para comprar material: los primeros altramuces, bolsas de plástico, una olla grande, bidones… Entonces yo tenía doce años y mi hermano nueve y ayudábamos en lo que podíamos. Recuerdo cómo nos peleábamos por ver quién de los dos era capaz de sacar más agua del pozo con el cubo…
—¿Cuándo comenzó la siembra del cultivo?
—La siembra llegó mucho después, en 1992. En 1979 ya tomamos nosotros las riendas y surgió la necesidad porque teníamos muchos problemas de calidad con el producto. Procedían de siembras y recolecciones de distintas tierras y de países como Chile, Australia, Marruecos… Había que homogeneizar la calidad del producto. Unos amigos tenían unas tierras arrendadas y probamos con unas pocas hectáreas, diez. Hay muy poca bibliografía del altramuz y a todos les pareció una locura. Pero salió bien y sembramos más hectáreas y empezamos a contratar con agricultores. Actualmente tenemos unas 1.500 hectáreas en las provincias de Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz y Badajoz. Necesita una tierra especial, que sea arenosa.
—¿El altramuz tiene arraigo en Andalucía?
—Es un cultivo mesopotámico, creemos que lo trajeron los primeros fenicios pero quienes lo implantaron fueron los romanos. Los árabes hicieron una adaptación de un cultivo que no era suyo pero que tenía mucho nivel proteico, muchos minerales y nutritivo, que daba vigor.
—¿Está extendido su cultivo?
—En Andalucía está prácticamente nuestra producción. El problema que tiene el agricultor es la comercialización del producto, que tiene un consumo pequeño en el mundo. Tienen más salida, por ejemplo, la pipa de girasol, el trigo o la cebada. El altramuz, salvo el consumo humano, no tiene más salida. Hay un altramuz que sirve para alimentación animal, pero ése viene de fuera.
—¿Cuál es el volumen de producción anual? ¿Cómo se distribuye en función de los mercados?
—La nuestra es una producción estable. Estamos en torno al millón o 1,5 millones de kilos. España concentra el 85-90 por ciento de las ventas, mientras que entre el 10 y el 15 por ciento va fuera del país, aunque estamos empezando. Llevamos ocho años en el exterior pero vamos poco a poco. Estamos en Suecia, Holanda, Inglaterra, Italia… básicamente en toda Europa menos en los países del Este y también en Oriente Medio, Canadá, Brasil…
—¿Cómo se consigue establecer esos lazos con el mundo desde Paradas?
—Visitando ferias internacionales, viajando mucho y haciendo muchas llamadas de teléfono.
—¿Se paga bien al agricultor?
—Al agricultor le salen las cuentas. No es que sea la panacea ni su salvación, pero es rentable porque tiene un precio prefijado que está por encima del umbral de rentabilidad, aunque este margen sea más pequeño, también es más seguro.
—¿En torno a qué números se mueve Saladitos?
—Nuestra facturación está en unos cuatro millones y tenemos cerca de 30 trabajadores. Los crecimientos desmesurados siempre me han dado pánico. Pasamos unos años muy complicados y debemos aprender de los errores.
—Dentro de tres años, en 2018, cumplirán el medio siglo de vida empresarial. ¿Cómo han sobrevivido?
—Primero hay que creérselo. Y segundo, reinvertir todos los beneficios en la empresa. Mi hermano y yo tenemos un salario, pero todo lo demás se reinvierte. Estamos siempre inventando nuevas máquinas: de clasificado, limpieza, envasado, procesado… para mejorar.
—A eso se le llama innovar.
—También lo hacemos con el uso de placas solares y biomasa.
—¿Por dónde ve el futuro?
—Tenemos que seguir creciendo en el exterior y aumentar el consumo en el mercado interno accediendo a zonas en las que los altramuces no se consumen. Por ejemplo, en la zona norte del país. Solo se consumen en el sur y este. E incorporar nuevos formatos. Tenemos envases para la industria, de tres kilos, y hasta de 60 gramos para el cliente doméstico.
—¿A qué responde esa segmentación del consumo?
—Es por un error histórico. El altramuz se consideró que era una alimento árabe y a raíz de la Reconquista había que erradicar todo lo árabe. Pero el altramuz es romano y existe donde los romanos estuvieron, ésa es la huella. También pasa en pueblos de Andalucía que fueron repoblados por castellanos.
—¿Está garantizado el relevo generacional en la empresa?
—La tercera generación ya está dentro. Entran empujando con muchas ideas y llegamos los mayores y ponemos el freno. No se puede correr tanto, luego se dan cuenta. La clave está en una mezcla de prudencia y arrojo.
Fuente: http://elcorreoweb.es/economia/el-altramuz-se-considero-erroneamente-arabe-y-eso-limito-mucho-su-consumo-IF986596